El ahorro y el desahorro de las familias
Por Iris Speroni para Restaurar
Considero al ahorro de las familias la verdadera llave de la Libertad.
¿Por qué es el ahorro la garantía de la libertad?
La primera parte de la Constitución Nacional, la que establece nuestras garantías, las de la gente de a pie, nos da las herramientas para proteger la verdadera piedra basal de la libertad: el ahorro.
Cuando la Constitución dice que debemos defender – en armas – a nuestro país, lo que habla es de defender nuestras familias, nuestras propiedades (nuestros ahorros) y nuestro honor. Si alguien puede entrar impunemente a nuestra casa y robarnos el canuto o las gallinas del fondo, y no se lo puede coser a balazos, lo que el gobierno de turno dice en realidad es que no podemos proteger nuestros ahorros.
Los ahorros pueden tomar numerosas formas: casa, medio de locomoción (caballo, moto, automóvil -si es de motor a combustión, mejor-), canuto, oro, objetos, mantas, comida.
Si se sabe un oficio, uno se puede ganar la vida como soldador, mecánico, colocador de vidrios o tejas, plomero o costurera. Es decir, la libertad.
La libertad y la propiedad de tierra, animales, arados y cosas en general por parte de la gente de a pie, fue la gran revolución de occidente del SXVIII. Con vaivenes.
El ahorro de las familias (bastante dispar entre unas y otras), se mantuvo hasta la segunda guerra mundial.
Luego de eso Occidente inventó el Estado de Bienestar, un estado/gobierno más caro, con mayores impuestos que los históricos. Tras el otro lado de la cortina, el estado les quitó a las familias el 100% de su propiedad.
Cuando uno dice: “mi abuelo obrero se pudo hacer una casa y ahora mis hijos trabajan él y la señora y no pueden comprarse un departamento”, ¿de qué habla?
Los ‘50s, ‘60s y ‘70s fueron en Argentina (y en otros lados de Occidente) mucho más prósperos que ahora.
El gobierno de entonces se quedaba con el 20% ó en el peor de los casos, con el 25% del salario del trabajador, al cual le quedaba el 75% para vivir, ahorrar y hacerse su casa.
Los gobiernos de Occidente, desde el final de la Segunda Guerra Mundial a hoy, han reducido la capacidad de ahorro de las familias con el fin de restringir los grados de libertad de los habitantes.
Es una maniobra que efectuaron con diferentes mecanismos:
• Impuestos
• Inflación
• Confiscación de ahorros
• Limitaciones a las pequeñas unidades de negocio
• Incitación al consumo
Si bien en Argentina llegamos al paroxismo en la confiscación de ahorros de las familias, no tenemos el monopolio del despojo.
Los impuestos subieron sostenidamente en las últimas décadas en todos los países occidentales. Francia le cuesta a los franceses el 50% de lo que producen. EEUU sube impuestos todos los años. Cualquier reducción es puntual y efímera.
Los políticos argentinos lo único que saben hacer es aumentar impuestos. Su creatividad no da para más que eso.
La contracara de la voracidad fiscal se puede resumir en:
• En cuanto al salario, si el estado se queda con 25% del mismo, le queda al trabajador el 75%; pero si sufrimos 50%-50% como ahora, el poder adquisitivo del mismo baja – que es la situación actual -.
• En cuanto a los empresarios (comerciantes, transportistas, fabricantes, proveedores de servicios, agropecuarios), el aumento impositivo baja la rentabilidad y finalmente, la capacidad de inversión. No aumentan inventarios, no se renuevan maquinarias o rodados, no se pintan los locales, no se invierte en aguadas o genética o pasturas o fertilizantes. Es una espiral de pobreza, – que es la situación actual -.
• Por último, debo recordar la frase de @sashapak_: cuando el estado puede emitir sin control, cobrar impuestos tienen por único objeto castigar o beneficiar a determinadas empresas o grupo de personas.
“En una economía donde un Banco Central puede emitir dinero para cubrir déficit, siempre puede pensarse que el nivel y el rubro al cual se le cobran impuestos tiene un rol no exclusivamente fiscal, sino también de expansión o retracción de dicha actividad económica”.
Inflación
No deja de ser un mecanismo para quitarle dinero del bolsillo a las personas y dárselo al estado para que éste, a su vez, se lo entregue a quien los gobernantes deseen. En Argentina el estado emite para darle dinero a la banca vía remuneración de pasivos del BCRA; en EEUU al complejo militar, a la industria automotriz y a otras actividades también subsidiadas.
La inflación desde Néstor Kirchner a hoy ha empobrecido a las familias argentinas en diversos niveles, uno más perverso que el otro.
Expone la soberbia de los gobernantes y la inexistencia del poder judicial en cuanto defensa del ciudadano de a pie. Un ejemplo de abuso es el tope (desactualizado) para determinar la categoría impositiva de monotributistas. Al no actualizar por inflación, el gobierno aumenta – implícitamente – los impuestos.
Mi sueño es tener un DEFENSOR DEL PUEBLO que se ocupe, sobre todas las cosas, de los impuestos. De los que se aplican a la gente sencilla. Al pequeño comerciante, a las familias, al peluquero, al fletero, al mecánico, al profesor de francés. Las grandes empresas pueden contratar estudios de abogados y contadores tributaristas. Un carnicero de Zárate no puede. Un profesor de gimnasia de Gualeguaychú, tampoco. Para eso necesitamos un Defensor del Pueblo que tenga puesta la camiseta de los contribuyentes.
La manipulación del tipo de cambio por parte del Banco Central, constituye un impuesto adicional no votado por el Congreso Nacional. Estos impuestos cobrados – irregularmente – por el BCRA tienen por único objeto vender dólares baratos a los favorecidos del poder.
Confiscación de Ahorros
En Argentina tuvimos varios, desde nuestro nacimiento. Por eso Alberdi se encargó de que estuviera en la Constitución Nacional la siguiente cláusula:
“Art. 17.- …Ningún cuerpo armado puede hacer requisiciones, ni exigir auxilios de ninguna especie”.
Si nos limitamos a los últimos tiempos, sufrimos varios eventos. Alsogaray confisca los ahorros previsionales (gobierno de Frondizi). Illia los depósitos en dólares de las personas. El ahorro patriótico, el plan BONEX, el corralito, la estatización de los fondos previsionales (Cristina Fernández). Nada nuevo hay en eso.
Forzar a vender los ahorros en dólares de las familias, es una forma de impuestos. Es sacarle un bien, para dárselo al estado, el que a su vez se lo da a los favorecidos, aquellos habilitados para comprar dólares a precio manipulado por el BCRA. Es una canallada, ya que es la única protección de la familia contra la pobreza y los malos tiempos de los cuales nadie está exento.
Cuando propuse levantar el país con el ahorro en dólares de los argentinos, me refería a:
1. no hacen falta inversiones extranjeras, nosotros tenemos capital propio para reinvertir en el país,
2. proponía usar esos dólares para invertir (comercios, fábricas, producciones agropecuarias o de servicios, medios de transportes, viviendas, galpones, plantas de energía, etc.); jamás para venderle esos dólares al BCRA para que éste se lo dé a los amigos.
No solamente la Argentina despoja los ahorros de la población. En EEUU, 1933, el presidente Roosevelt, por decreto (Orden Ejecutiva 6102) prohíbe que las familias atesoren oro y les obliga a vendérselo al estado a un precio predeterminado por éste. Ahí tienen una explicación de la popularidad de los dientes de oro. En 1971 el gobierno de EEUU (Nixon) avisa que deserta del patrón oro y a partir de entonces el dinero sería fiat (fe). Otro caso de confiscación de fondos de pensiones son las caídas bruscas de la bolsa, los crashs, como el del 2008, donde los fondos previsionales afrontan grandes pérdidas y el estado socorre únicamente a los muy muy ricos mediante subsidios financiados con emisión y/o impuestos, mientras la población ve sus ahorros previsionales recortados. Como ven, en todos lados se cuecen habas.
Limitaciones a las unidades productivas
Son infinitas. En general en base a regulaciones. Las habilitaciones de comercios o industrias por parte de burocracias municipales. La prohibición de que los comerciantes puedan habitar en su local.
Un sistema impositivo intrincado.
La prohibición de comercializar productos alimenticios (los tambos tienen prohibido vender leche minorista en la Argentina, no así en Francia, por ejemplo).
La persecución con excusas ambientalistas a la producción agropecuaria o pesquera.
Los costos de transporte (patentes, impuestos al combustible y a las cubiertas, licencias especiales para el conductor, etc.) todo contribuye a que a las familias les sea imposible invertir en el sector; y así dejarle el campo expedito a las empresas de logística.
En la Ciudad de Buenos Aires, con el PRO, la persecución a los comerciantes ha sido implacable, volviendo carísima sino prohibitiva cualquier actividad económica, con excepción de las beneficiadas por el gobierno municipal.
Son todas trabas contra la familia como productora o como capitalista. Ya sea de un puestero en el campo con cuatro cabras o de un señor que tiene una mercería en un barrio porteño.
Todas las regulaciones ambientalistas en Europa y los EEUU, más zonas de influencia, debemos revisarlos bajo esta lente: mecanismos para despojar a los ciudadanos de su libertad. Libertad de traslado, de posesión, de autonomía.
Incitación al consumo
No tiene nada de nuevo. En California, los comerciantes le quitaban el producido a los buscadores de oro mediante el alcohol, el juego y la prostitución.
En estas décadas, la sociedad de consumo, tiene por objeto que al final del mes, no le quede al trabajador ni un centavo. Si es posible, que esté endeudado con la tarjeta de crédito. Es una forma de robarle la libertad. Así se entiende la propaganda original del Banco de Galicia, con la esposa petisa compradora compulsiva.
Ídem la propaganda de celulares. “¡Comprá! ¡Comprá! ¡Comprá!”. “¡Viajá!”. Vas a alquilar un monoambiente toda tu vida pero fuiste de vacaciones a Cancún. El “¡Comprá! ¡Comprá!” significa en realidad: “desahorrá”.
Se necesita mucho autocontrol para no caer en esas tentaciones. Pero es el verdadero camino a la libertad.