El desafío de erradicar los basurales de la Argentina

El desafío de erradicar los basurales de la Argentina

Por: Lic. Witold Roman Kopytyński

La proliferación de basurales es un componente que atenta contra la sustentabilidad ambiental, climática y sanitaria, así como un desperdicio de recursos en el contexto de la economía circular.
Las autoridades ambientales argentinas se han fijado repetidas veces el objetivo de reducir la mayor cantidad posible de los basurales existentes. Las consideraciones de la presente nota apuntan a señalar algunos aspectos de implementación técnica y de infraestructura sin los cuales nos veremos una vez más ante una buena expresión de deseo con pocas probabilidades de éxito. El desafío consiste no solamente en erradicarlos, sino en poner en funcionamiento un modelo de disposición de residuos que a la vez permita su aprovechamiento en reciclado y valorización energética.
Este modelo es replicable a diversas escalas, y cambia de una vez por todas el concepto del enterramiento. Es económicamente sustentable ya que permite su funcionamiento mediante ingresos a la entrada y a la salida del proceso. Socialmente abre nuevas fuentes de trabajo y permite la integración de quienes en la actualidad forman parte de un ámbito laboral informal y marginal. En efecto, para abordar el tema de la erradicación de los basurales hay que tener en cuenta el pasivo existente, y la generación diaria que permanece, y que se va sumando al tonelaje ya dispuesto inadecuadamente.
Desde el punto de vista técnico lo primero a tener en cuenta es que hay tecnologías ya probadas para abordar el pasivo y la generación diaria. Un primer aspecto es la cuantificación del pasivo existente, así como la generación diaria. De ambas se tendrá la dimensión de la planta procesadora que se requiere. De esta cuantificación se obtendrá también la cantidad de nuevos puestos de trabajo que se podrán crear, como también la cantidad de recuperadores urbanos que pueden ser organizados en cooperativas y formalizados en un espacio de trabajo exento de riesgos para la salud.
Otro aspecto es el destino de los residuos, es decir qué procesos y operaciones son aconsejables implementar para que de los mismos se obtengan insumos para procesos industriales, así como la valorización energética de la fracción orgánica y la fracción rechazo de los reciclables.
Una composición media de los RSU en nuestro país es de 50% de fracción orgánica, y la fracción de reciclables está compuesta por un 16% de papel y cartón, un 14% de plásticos, 8% textiles, madera, goma, cuero, corcho, 6% poda y jardín, 4% vidrio, y 2% metales ferrosos y no ferrosos. Normalmente, y aplicando tecnología específica, puede lograrse la separación de la fracción orgánica y destinarla a degradación anaeróbica para la obtención de biogás, lo que a su vez permite generar electricidad y obtener un digestato apto para abono y enmienda de suelos.
Una alternativa es el compostaje de la fracción orgánica, pero este proceso siendo aeróbico no recupera energía. Del otro 50%, la fracción reciclable, dependiendo de los sistemas de recolección, puede lograrse hasta un 30% de reciclados y un 20% de rechazo que es apto para ser convertido en CDR (combustible derivado de residuos).
Hasta aquí hemos hecho simplemente un enunciado de lo que Implica el desafío. Veamos algunos aspectos técnicos de implementación in situ.
La separación de la fracción orgánica se puede realizar muy eficientemente con cribas de discos. Estos equipos son mucho más eficientes que los tamices cilíndricos rotativos ya que en la línea de las cribas puede haber dos y tres separaciones por tamaño, lo que optimiza las operaciones posteriores, mientras que con los tamices solamente se puede hacer a un diámetro fijo. Colocar más de un tamiz en serie es una operación más cara.
La fracción orgánica pasa a un equipo homogeneizador para entrar luego al reactor donde se realiza la degradación anaeróbica en fase sólida. En este tipo de reactor la materia orgánica en unos veinte días se degrada generando biogás. Una vez que se entra en régimen el proceso es completamente continuo y la generación de biogás es firme.
La fracción reciclable pasa a una línea de separación manual que tendrá tantas posiciones como sea necesario dependiendo del tonelaje horario y la segregación que se quiera realizar, principalmente tipos de plásticos, aluminio, cartón y papel. Los componentes metálicos ferrosos son separados al principio de la línea mediante cintas magnéticas. Al final de la línea de separación manual se obtiene lo que hemos denominado la fracción rechazo, constituida por los mismos materiales pero que no han sido separados debido a su pequeño tamaño y entremezclado.
Esta fracción rechazo se junta con la corriente de residuos voluminosos, y ha de pasar por un triturador para llevar estos materiales a la granulometría requerida por el consumidor del CDR, normalmente entre 25 y 80 mm, dependiendo de su sistema de alimentación. Los principales consumidores de CDR son los hornos cementeros, los cuales tienen un potencial muy alto de utilización de este sustituto térmico mediante el coprocesamiento.
Hecha esta breve descripción del equipamiento necesario, que en cada uno de sus componentes puede ser móvil o estático, hay que definir para cada caso de instalación la dimensión requerida o capacidad de operación instalada. Para ello habrá de tenerse en cuenta el pasivo existente, así como la generación diaria.
Hay aspectos conexos a las operaciones descriptas tales como la clasificación en origen, es decir a nivel domiciliario y comercial; los sistemas de recolección urbanos; así como los radios de servicio buscando reunir varios municipios en los centros de procesamiento. En una primera aproximación, y en una primera fase de implementación, la dimensión de diseño debe ser para poblaciones de más de 200.000 habitantes en un radio de servicio de no más de 100 Km. Esta dimensión de diseño hace factible los proyectos desde el punto de vista logístico y económico.
Un plan de erradicación de los basurales más importantes por su volumen y crecimiento diario debe instalarse con la mirada puesta al 2025 y al 2030, como metas para alcanzar una reducción realmente significativa. El primer paso para establecer estas metas es hacer el inventario de los basurales y centros urbanos que se hallan más próximos a los hornos de cemento del país, y otros consumidores industriales.
Para ello es necesario también poner al día el marco regulatorio a todos los niveles, así como propiciar y facilitar la iniciativa privada. Este marco regulatorio debe superar los criterios establecidos por los de los GIRSU, ya que en la mayoría de los casos la legislación no contempla separadamente los residuos industriales no peligrosos (en la legislación nacional se los denomina de generación universal (REGU Res 522/16 MAYDS), en provincias se los denomina RINEs (asimilables a urbanos). Existen regulaciones para los residuos peligrosos y para los urbanos, pero los industriales y comerciales (de plantas industriales, y centros de servicios tales como centros de abasto, hipermercados o bancos), no tienen una reglamentación específica.
Un aspecto de la actualización regulatoria es que se debe propiciar fuertemente la iniciativa privada, es decir la instalación de estos servicios de procesamiento debería ser por parte de empresas con experiencia en el rubro y capacidad de invertir. Se requiere un cambio cultural, un abordaje institucional en el que se involucre la sociedad y la política. Más allá del establecimiento de objetivos y metas para este plan de erradicación, lo más importante es que sea una política de estado que se establezca y mantenga por toda una década sin importar quiénes estén al frente de los gobiernos municipales, provinciales y del ejecutivo nacional.

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