El humor como clave económica y social
El humor como clave económica y social
Más que una simple distracción, la risa y el buen humor influyen en la convivencia, la cohesión social y hasta el funcionamiento de la economía. Entender su impacto puede transformar la forma en que enfrentamos los desafíos colectivos.
DOMINGO R. GODOY
Surgen estas ideas, aparentemente desubicadas o ajenas a nuestro consabido tema de la económica social. Parecería ser que humor y los resultados de la economía social no tuvieran nada que ver entre sí, sin embargo -con la testarudez que nos caracteriza- avanzamos con esta supuesta incongruencia.
Lo que falla en la vida económica no son solo las herramientas, son -principalmente- los cimientos, las bases. El actuar humano.
- EN GENERAL
Paradojalmente, pretendemos tomar en serio este tema del humor. 2El humor también es cosa seria”, decía Mamerto Menapacce. A nuestra modesta forma de ver, el humor es una de las hermosas, gratas y graciosas (gratis/donadas) cosas que posee y puede exteriorizar la humanidad durante la vida. Es lo que nos muestra a los seres humanos como entes posibles de convivir en armonía, con una esperanza común…con un orden viable en libertad…no impuesto sino libremente deseado y ejercido. Así recordamos que, la esperanza, es la que le pone juventud al alma. Chesterton veía al humor como una herramienta esencial para comprender la realidad y enfrentar los desafíos de la vida. Para él, lo opuesto al humor no era la seriedad, sino el aburrimiento.
- EL HUMOR PROPIO Y COMPARTIDO. LOS LIMITES.
El humor propio o el derecho o conveniente acto de reírse de sí mismo, es un fino ejemplo y delicado ejercicio soberano que nos muestra eficazmente alejados de la soberbia y enseña (expone) con cálida sinceridad, nuestra frágil humanidad.
Cada uno debería hacer esa práctica: saber reírse de uno mismo. Entre todos reírnos de nosotros mismos. De nuestras miserias, de nuestros errores, de las vicisitudes. Superar los obstáculos con buena disposición…aun las más duras. Con buen ánimo.
En ese sentido debemos entender -en principio o como primera reacción- lo que nos permite nuestro privilegiado rol espectador. Así es que (quizás inmediatamente), al tropezar con lo que es expuesto por el tercero, acompañamos con una sonrisa y COMPARTIMOS lo que el otro nos brinda… nos permite. Dicho de otra forma, valoramos la sinceridad de los que se auto exponen, riéndose de sí mismos, como una actitud muy humana que manifiesta valientemente su debilidad como ser.
El primer reflejo de espectador inteligente debería ser de respeto. Estamos accediendo a la apertura de su intimidad, a lo rico de la vida interior. Respeto por varios motivos -entre ellos- es que ese humor propio, reniega del “amor propio”, tan hostil para la vida comunitaria.
- ¿FELICIDAD CONTROLADA?
Esto merece quizás como explicación, de un control automático de la espontaneidad de la risa. Es un ejercicio de la inteligencia, donde el acompañamiento y observación del devenir de una conversación de un tercero, es ENRIQUECIDA en determinado momento, por una autocrítica, auto infringida por el expositor y eso llama -ante la paradoja, la ironía, la impactante desmesura- a la risa. Se comparte la alegría. La sincera exhibición de su debilidad, (que sin duda es también nuestra si no mayor o similar, a la de ese expositor), es muy humana. No pretendemos decir que debemos ser unos retractores de los sentimientos, sino que entendemos que las pasiones pueden ser medidas. Sin caer en la circunspección, vivamos el gozo.
Permitir a los otros acceder a nuestra autocensura, es una actitud muy solidaria. Asimismo, acompañar las ironías con adecuado humor, es un resultado lógico, también, de ejercicio solidario. El buen humor como otras virtudes, es también el resultado de un ejercicio, de una lenta y persistente habitualidad cotidiana.
Lo que se entiende como ideal entre los seres humanos, es que nos mostremos libremente alegres ENTRE nosotros…donde el ejercicio de la sonrisa, por ejemplo, sea CON el otro y no DEL o SOBRE EL OTRO. Esa actitud, de reírse de uno mismo, reconociendo sus propios errores y defectos, es un buen ejercicio de la humildad, pero no es un derecho dado al otro para reírse de uno. Observamos, vemos y compartimos su/nuestro humor, su/nuestra capacidad de auto examen, de su expuesta autocorrección.
Viene bien a colación otra expresión de Menapace: “En latín para decir que algo está contenido, se utiliza la palabrita “contentus”. El agua que está en un recipiente está así “contenta”. Acepta los límites, y queda disponible para lo que se la necesite: regar, refrescar, saciar la sed, lavar, etc. En cambio, a la que se la derrama, y pierde los límites, se le dice “di-vertida”. Ya no sirve para otra cosa. Perdió su capacidad de estar al servicio de los demás.
Desearía que todas nuestras actividades nos permitieran estar contentos, aunque no siempre nos sintamos divertidos. La felicidad tiene que ver más con lo primero que con lo otro. Insisto: el éxito hasta se puede conseguir financiándolo. La gloria solo se conquista.”[1]
- REIRSE DE LA GENTE
Muy distinto es suministrarle un rol -al que abre de esa forma su espíritu- de bufón de la circunstancia. Tampoco recomendamos que -en el compartir la exposición del otro- montemos una escalada en la “degradación de su imagen”, presentando exageradamente una paradoja. No pretendemos tampoco -porque el buen gusto nos lo limita y en el nivel de nuestro discurso pretendemos dejar fuera- incursionar en la muy de moda chabacanería, vulgaridad o su despreciable ejercicio -sobre todo en periodistas o políticos- donde la procacidad, en aras de la sinceridad o libertad de expresión, se enseñorea de las escenas.
- EFECTO SOCIAL
Así como reconocemos que la respetuosa convivencia reciproca “de buen talante”, ayuda a la vida social, sostendremos que la sumatoria -expresión matemático contable adecuada para ese momento- de buenos humores impactará sobre el orden social.
Proponemos seguir el razonamiento, entendiendo o imaginando una recta intención en el actuar económico social. Respetamos lo que Henri Bergson analiza en su libro, «La risa»,[2] desde una perspectiva filosófica, explorando esa función social y su origen en la vida humana. Bergson argumenta que la risa es un mecanismo de corrección social que castiga la rigidez y la falta de adaptación, fomentando la cohesión social. Puede actuar como un mecanismo para reintegrar a quienes se encuentran al margen de la sociedad, corrigiendo su distanciamiento social. Contribuye a la cohesión social, fortaleciendo el sentido de comunidad.
No estamos forzando una reflexión. Vemos que la economía social debe ser acompañada por virtuosas costumbres como el buen humor vivido en reciprocidad. Imagínanos el destino de las controversias con resultados incruentos y eficaces, cuando no eficientes. Los desarrollos locales armoniosos, la satisfacción de las necesidades en forma equitativa y adecuada.
- ¿ANGELISMO?, ¿SUEÑO?,¿ILUSIÓN?, ¿INADMISIBLE?
Hay evidencia de que el buen humor individual puede contribuir a un buen humor social. Podemos agregar lo que dice Steve Jobs, para el escéptico, que : “Las personas que están lo suficientemente locas como para pensar que pueden cambiar el mundo, son las que lo hacen”. El humor es una herramienta poderosa en las interacciones diarias, ya que ayuda a construir lazos, aliviar tensiones y fomentar una atmósfera de camaradería. Veamos los resultados inmediatos en la solidez familiar, por ejemplo.
Además, el humor juega un papel clave en la comunicación, facilitando la expresión de sentimientos y pensamientos, reduciendo barreras sociales y promoviendo la empatía. Cuando las personas ríen, se establece una conexión emocional que fortalece las relaciones interpersonales y mejora la dinámica social en general. El humor puede ser útil en la resolución de conflictos y en la creación de ambientes relajados y positivos. El mal humor social se puede corregir con la suma de buenos humores individuales.
[1] https://empresa.org.ar/2025/mamerto-menapace-el-gran-desafio-de-vivir-la-espiritualidad-cristiana/
[2] La risa: ensayo sobre el significado de la comicidad es una colección de tres ensayos del filósofo francés Henri Bergson, publicado por primera vez en el año 1900. Fue escrito en francés, el título original es Le rire: Essai sur la signification du comique.