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Los cabildos su rol en Hispanoamérica

Los cabildos su rol en Hispanoamérica

Desde su rol fundacional en la vida urbana colonial hasta su protagonismo en la Revolución de Mayo, el cabildo fue el espacio donde los vecinos ejercieron poder político, defendieron sus libertades y marcaron el rumbo de la emancipación. Un repaso histórico que reivindica su legado democrático en tiempos de creciente apatía ciudadana.

Prof. Juan Ramón Ponce

Creemos oportuno resaltar el rol fundamental que jugó el cabildo durante estos acontecimientos, teniendo en cuenta que en su recinto se desarrolló el cabildo abierto del 22 de mayo, el cual determinó el cese de sus funciones del entonces virrey Don Baltazar Hidalgo de Cisneros, y nombró a los integrantes de la Primera Junta el dia 25 de ese mes.

Sentido del cabildo durante el período hispánico

El cabildo constituyó el órgano de gobierno local en el organigrama institucional creado por la corona española para el gobierno de Las Indias., ya que se encargaba de dictar las ordenanzas que regulaban la vida en las ciudades encontrándose bajo su jurisdicción la justicia, la administración, la policía y la organización urbana en general.

Justamente la existencia de esta institución era lo que otorgaba a una villa o poblado la condición de ciudad.

Por otro lado, el cabildo era el elemento democrático del sistema institucional hispanoamericano, que de algún modo y con notables deficiencias procuro plasmar un régimen mixto de gobierno en el cual la figura del virrey (representante de la corona) era su elemento monocrático y las Reales Audiencias, el aristocrático. En este sentido era el órgano de participación popular en el cual los vecinos defendían los intereses y libertades locales ante las excesivas intromisiones de las autoridades coloniales.

Desarrollo del cabildo en Hispanoamérica

Al igual que la mayor parte de las instituciones que se establecieron en Indias, el cabildo tuvo sus antecedentes en los reinos españoles durante la Reconquista, y era símbolo de los privilegios y libertades que los reyes otorgaban a las ciudades que se liberaran del dominio de los moros.

Terminada La Reconquista esta institución entró en decadencia en los reinos peninsulares, recobrando nueva vida durante la conquista y colonización de América, pasando a desempeñar un rol de suma relevancia en la vida pública de los territorios incorporados a la corona

Por Real Ordenanza de 1573 dictada por Felipe II, se establece un modelo de fundación de ciudades por la cual se debía respetar su trazado y guardarse un predio frente a la plaza mayor para la edificación del edificio destinado al cabildo.

Durante el período hispánico, los cabildos hispanoamericanos conformaron el tradicional recurso de la autoridad y de acción responsable para los pueblos y áreas distantes. Así, en los siglos XVI y XVII, formaban parte de estos ayuntamientos personas provenientes de la aristocracia colonial que aspiraban a un gobierno autónomo.

En efecto, españoles hidalgos, descendientes de los conquistadores fueron sus primeros integrantes cumpliendo las funciones de regidores y alcaldes principalmente.

A mediados del siglo XVII, los cabildos se burocratización, y en el siglo siguiente con las reformas efectuadas por los borbones, en especial La Real Ordenanza de Intendentes de 1782, perdieron su autonomía y vitalidad en manos de los gobernadores intendentes.

Además, sus cargos pasaron a ser ocupados por grandes comerciantes que solo les preocupaba atender la defensa de la libertad de comercio, sin preocuparse por las cuestiones políticas que las dejaron en manos de los funcionarios reales.

El cabildo en El Río de La Plata

El Cabildo de Buenos Aires, sede de la gesta de 1810, surgió como institución con la fundación de esta ciudad efectuada por Don Juan de Garay en 1580.

Este conquistador, siguiendo las normas establecidas por la Real Ordenanza de 1782, destino la manzana 51, frente a la plaza mayor en la cual se debía construir su edificio además de, designar y prestar juramento a sus miembros constituidos

Hasta 1776, los territorios del Río de La Plata recibieron, por lo general, escasa atención por parte de la corona, debiendo el cabildo valerse de sus propios recursos para poder desempeñar sus funciones de gobierno.

Dadas estas circunstancias, se desarrolló, entonces, un espíritu independiente, así como, también, una lealtad a sus propias comunidades, a sus propias tierras, a sus prerrogativas, a sus tradiciones y modo de vida, oponiéndose a amenazas de extraños tales como los indios, los británicos y portugueses del mismo modo que a los funcionarios reales y eclesiásticos.

El cabildo de Buenos Aires, como en el resto de América española, estaba integrado por vecinos, es decir los descendientes de sus fundadores y se encargaban de dictar ordenanzas para ordenar la vida local, y enfocaba especial interés en la evolución de la actividad ganadera tales como los permisos para realizar las vaquerías y el control de las estancias.

Conjuntamente a esta actividad legislativa, esta institución pasó a ser un órgano consultivo de los gobernadores nombrados por la corona cuyos proyectos debían someterse a la opinión de los cabildantes para alcanzar consensos.

Con la creación del virreinato del Río de La Plata con capital en Buenos Aires y el régimen de intendencias de 1782, que dividió a esta jurisdicción en ocho intendencias y cuatro gobernaciones, el cabildo bonaerense perderá su autonomía y vivacidad, pasando a ser el centro de los intereses de los grandes comerciantes españoles estrechamente ligados a la política borbónica.

El cabildo porteño recobró su antiguo dinamismo con las invasiones inglesas de 1806 y 1807. Al final de la misma, dos días después de producida la Reconquista de la ciudad, el cabildo abierto del 14 de agosto de 1806 suspendió en sus funciones militares al virrey Sobremonte y las otorgó a Santiago de Liniers, medida que hasta ese momento podía ser tomada por las autoridades peninsulares.

El cabildo en el proceso revolucionario de 1810

 En 1808, tuvo lugar la invasión napoleónica a España. Napoleón Bonaparte, mediante el episodio conocido como La Farsa de Bayona, obligó a abdicar al trono y tomó prisionero a Fernando VII. En su reemplazo, coronó como monarca a su hermano José Bonaparte.

Esta medida provocó la reacción del pueblo español que en gran parte de las ciudades establecieron juntas que juraron fidelidad al cautivo soberano. Estas juntas enviaron representantes a la Junta Central establecida en Sevilla. Precisamente esta junta nombró como virrey del Río de la Plata a Cisneros en 1809.

En enero de 1810, se produjo la caída de La Junta Central de Sevilla en manos de Napoleón. La junta se disolvió y sus representantes huyeron a Cádiz bajo la protección británica.

Justamente, una fragata británica “Milestone” trajo la noticia a Buenos Aires de la caída de la Junta Central de Sevilla, precipitando los acontecimientos que marcaron la Semana de Mayo.

Un grupo de patriotas, luego de reunirse secretamente, solicitaron al virrey la convocatoria a un cabildo abierto. Cisneros, sin apoyo militar alguno, se vio obligado a convocar un cabildo abierto para el día 22 de mayo, realizándose las invitaciones para esta trascendental reunión el día anterior.

El objetivo de este cabildo era determinar, ante los acontecimientos que se desencadenaron en España, el virrey debía continuar o cesar en sus funciones, cuestionando la legitimidad de su mandato.

Se desarrolló un debate entre los que defendían la continuidad del virrey en su cargo y los que solicitaron su destitución

El obispo Lué y Riega sostuvo que, aunque quedase un solo vocal de la junta central de Sevilla, este debía ser recibido en nuestras tierras en calidad de soberano

Juan José Castelli le respondió afirmando que, al haber caducado el gobierno soberano de España tras la disolución de La Junta central de Sevilla, se plantea la revisión de los derechos soberanos del pueblo de Buenos Aires y su libre ejercicio en la instalación de un nuevo gobierno.

El fiscal Manuel Villota, si bien aceptó la tesis de la retroversión de los pueblos, alegó que este pueblo no estaba constituido solamente por el de la ciudad de Buenos Aires sino que era preciso oir a los demás representantes de virreinato para recién tomar una decisión Ante esta postura, Juan Jose Paso, señaló que si bien era necesario la opinión de los pueblos del interior, ante la situación que se vivía en Buenos Aires. no era prudente demorar la toma de decisiones resaltando que debía formarse un gobierno provisional en nombre de Fernando VII, el cual convocará a los pueblos del interior para que enviasen a sus representantes con el objeto de conformar un gobierno permanente.

Posteriormente a este debate se procedió a la votación por parte de los participantes cuyo resultado fue la destitución del virrey Cisneros y la formación de una junta de gobierno que gobernase en nombre de Fernando VII

Sorpresivamente, el depuesto virrey realizó una maniobra para presidir la junta Cisneros fue nombrado presidente de una junta nombrada por los miembros ordinarios del cabildo,  conservando la comandancia de las armas con Saavedra y el poder político con los españoles moderados, Sola e Inchaurregui; y los criollos, Saavedra y Castelli. La junta fracaso por falta de apoyo cívico-militar

Finalmente, el cabildo el 25 de mayo nombró la junta provisional de gobierno, en la cual estaban representados los grupos de poder que conformaban la sociedad virreinal: Militares: Cornelio Saavedra y Miguel de Azcuenaga. Sacerdote: Manuel Alberti. Intelectuales: Manuel Belgrano, Mariano Moreno, Juan José Castelli, Juan José Paso. Comerciantes: Juan Larrea y Domingo Matheu. La junta juró fidelidad a Fernando VII y asumió el gobierno del virreinato

A modo de conclusión

El cabildo fue el ámbito de la participación popular por la cual los vecinos de Buenos Aires se expresaron ante la situación política desencadenada tras la caída de la Junta Central de Sevilla en manos de Napoleón Bonaparte. Conforma un acto de civismo digno de imitar en nuestros días en los cuales crece la apatía y el desinterés por el bien común

La gesta de Mayo de 1810 encontró un pueblo orgánicamente organizado con vida y pensamientos propios, en contraposición de las masas inertes que pululan en nuestras actuales democracias. Se requiere el paso de las masas inertes a un pueblo organizado con conciencia de sí para realizar una auténtica transformación cultural fundados en los valores de nuestra tradición gaucha y cristiana que revaloricen en su justa medida al hombre en cuanto ciudadano capaz de forjar los destinos de nuestra patria

Fuente: portaldeprensa

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