Akamasoa Argentina: “Lentamente, pero sin pausa, vamos ganándole terreno a la pobreza”

Akamasoa Argentina: “Lentamente, pero sin pausa, vamos ganándole terreno a la pobreza”

por Germán Masserdotti para Civilidad

Akamasoa Argentina surgió en 2019. Gastón Vigo Gasparotti, el fundador, se inspiró en la misma obra del P. Pedro Opeka, misionero argentino en Madagascar. “Fui a las bases para poder conocer inicios, contramarchas, resultados y objetivos, haciendo que el pasado, presente y futuro sea reflexionado sin reparos”, comenta en un testimonio recogido en la web de la asociación. Es autor, además, de Hablemos de pobreza: en serio.
Civilidad lo entrevistó recientemente.

¿Cuál es la misión de Akamasoa en la Argentina?
La misión de Akamasoa es erradicar la extrema pobreza a través de la nutrición, la estimulación, el trabajo, la educación y la disciplina, construyendo oasis de esperanza como siempre dice Pedro (el P. Opeka, misionero argentino en Madagascar), tratando de armar comunidades en donde se pueda respetar la dignidad del individuo desde que nace hasta que muere, trabajando a la par, mancomunadamente por ese futuro que se quiere conseguir y ese presente que se quiere cambiar.

Teniendo presente la inspiración de Akamasoa Argentina en el ejemplo de la obra del P. Opeka en Madagascar ¿qué adaptaciones hubo que hacer al caso argentino?
Las adaptaciones que se tuvieron que hacer son por el lugar donde nosotros nos ubicamos. Cuando uno ve la obra del P. Opeka, no tiene nada que ver Mangarivotra, Manantenasoa, Safata, etcétera. Él tiene distribuidas las comunidades en 1.000 kilómetros. Entonces cada comunidad, por lo menos, de las cuatro cosas que para él son innegociables, tienen tres: hay una comunidad que tiene educación en todos los niveles, atención primaria de salud, urbanización digna pero, de repente, la parte laboral tiene que ver, en un caso, con canteras de piedra, en otro grandes extensiones agropecuarias, en otro un hotel, etcétera. Entonces está la idea de lo que puede generar riqueza, de lo que puede generar trabajo. Ahora, nosotros nos instalamos en Lima (Provincia de Buenos Aires), empezamos a urbanizar, estamos en la etapa en la que generamos la parte educativa, el proceso de la salud, el trabajo. Así fue como surgieron las huertas hidropónicas, la cocina industrial, los servicios gastronómicos que ofrecemos, más la construcción y el aprendizaje en oficios de todo lo que vamos llevando a cabo, desde viviendas hasta centros de acogida, domos geodésicos o lo que Dios nos permita hacer. Después, el dolor humano, el rostro de una madre que mira a su hijo desnutrido, es exactamente igual en Tokio, Madagascar, Ghana o la Argentina. La preocupación de un analfabeto que no consigue trabajo, los moretones en el alma y en el cuerpo de una persona golpeada, son iguales en cualquier sitio. Yo creo, en ese sentido, que acá (en la Argentina) uno tiene la ventaja que Pedro no ha tenido. Pedro tuvo que aprender el idioma, tuvo que adaptarse a una cultura absolutamente distinta.

Nosotros trabajamos en nuestra propia tierra, nuestro propio país. Esto ayuda desde la obtención de recursos y voluntarios hasta el trato con la familia. Las características principales de Akamasoa se han respetado. En ese sentido, somos una humilde semilla, una organización muy pequeña en comparación a la ciudad que ha construido Pedro.

¿Qué tipo de relación tiene Akamasoa Argentina con las autoridades locales?
Nada, cero. Se trata de una cuestión institucional nuestra. Nosotros creemos que el Estado ya tiene sus erogaciones, sus partidas presupuestarias. Nuestro deber, desde el punto de vista de Akamasoa, es aminorar esos gastos. Se trata de que mucha gente quiera ayudar desde otros ámbitos. Tratamos de contribuir al bien del país desde el lugar donde estamos con las decenas de familias con las que trabajamos. No tenemos ningún tipo de vínculo con las autoridades locales.

¿De qué manera Akamasoa Argentina puede contribuir al desarrollo local desde una mirada social y económica?
Nosotros tratamos de ser la contracara de lo que se suele ver en la lucha contra la extrema pobreza. Siempre hay una idea de fatalidad, de resignación, “las cosas no van a cambiar”, “es imposible vencer la miseria”, los pobres “están predestinados a morir como en la Edad de Piedra”. Nosotros no creemos en eso. Lentamente pero sin pausa, pulgada a pulgada, todos los días vamos ganándole terreno a la pobreza, tratamos de que no tenga la última palabra. Contribuimos porque demostramos que mucha gente que estaba empobrecida, termina el secundario, consigue trabajo, se hace su casa, va armando la urbanización que hemos imaginado -69 viviendas, un colegio, un centro de salud, un cementerio, lugares de trabajo comunitario, lugares de esparcimiento, de cultura, de deporte, etcétera. Es decir, ésta es gente que dijo “no espero más”, “me harté de esperar”, “voy detrás de un objetivo”. Entre todos vamos hacia adelante. Akamasoa puede contribuir para darse cuenta que, en cualquier lugar de la Argentina en el que se esté dispuesto a transpirar a la par de los más pobres, hay posibilidad de que la gente reaccione, hay posibilidad de que se despierte esa chispa que todo individuo tiene pero que pudo haber sido aplastada por la exclusión, por la indignidad de la miseria y por el uso que se ha hecho de los pobres. Siempre decimos lo mismo: “El cementerio está lleno de pobres que esperaron un progreso pero que nunca llegó”. Pensemos que, en la Argentina, se demora seis generaciones en promedio, si sale todo bien, para salir de la pobreza.

Scroll hacia arriba