Necesitamos una política poblacional que favorezca el desarrollo social integral

Necesitamos una política poblacional que favorezca el desarrollo social integral

Por Agustín O’Reilly

La Argentina necesita una nueva estructura estratégica de definiciones para la conformación de un proceso en el cual la estructura demográfica sea una de las bases más relevantes. Sin lugar a dudas el esquema de producción y economía nacional así como la integración política requiere de una nueva redefinición de los objetivos estratégicos vinculados a la población y a la demografía.

Según “World Population Policies 2021. Policies related to fertility” del Departamento de Asuntos Sociales y Económicos de la ONU de 2021, a nivel mundial, hasta 2019, casi las tres cuartas partes de los gobiernos tienen políticas relacionadas con la fertilidad: 69 de esos gobiernos tienen políticas para reducir la fecundidad, 55 apuntan a aumentar la fecundidad y 19 se centran en mantener los niveles actuales de fecundidad. Un total de 54 gobiernos no tiene una política oficial de fecundidad.
En una primera observación, sólo un tercio de los países del mundo están estableciendo objetivos estratégicos para la reducción de la población. En este sentido, contradiciendo los valores que fundaron a nuestra Nación argentina, el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernandez de Kirchner –que, en este asunto, comparte los mismos criterios que el de Mauricio Macri entre 2015 y 2019– se empeñó en imponer políticas promovidas por organismos multilaterales de crédito y por los más exitosos empresarios internacionales que, sin lugar a dudas, son los principales impulsores de estas políticas de control de natalidad y promoción de lo que ellos, de modo eufemístico, denominan “interrupción voluntaria del embarazo”.
Por el contrario, la Argentina está en un proceso que reclama la reconstrucción de la base institucional de acuerdo al ideario de la Constitución Nacional. Este ideario incluye valores que se fueron perdiendo, o en algunos casos se fueron deformando con el correr de la historia pero que es necesario recuperar. En este sentido, uno de los puntos más debatidos y menos pensados políticamente es la situación demográfica de nuestra estructura social.
Cuando Juan Bautista Alberdi y otros relevantes actores de la conformación de nuestra nación trabajaron en pensar la Argentina, el tema demográfico era uno de los principales objetivos estratégicos de la política nacional. Como sostuvo el autor de Bases y punto de partida para la organización política de la República Argentina: gobernar es poblar. No obstante los límites de la propuesta alberdiana, lo cierto es que haber puesto el foco en este asunto resultó un gran aporte para el desarrollo argentino.

 

Fue más que nada Europa y sus guerras las que nutrieron de inmigrantes nuestro país. Posteriormente a la Primera y Segunda Guerra mundiales, millones de inmigrantes vinieron a poblar y a repoblar la Argentina en muchos de los lugares que les dieron un espacio vital para desarrollar plenamente su vida y la de sus familias.

 Si ampliamos la consideración al panorama internacional, en Europa, la democracia cristiana –un ejemplo es Alemania– construyó las bases del proyecto de reconstrucción más exitoso de la historia de ese continente. Luego de la Segunda Guerra Mundial, los países habían quedado devastados. La base de la reconstrucción, todavía hoy, sigue vigente: se denomina Welfare State o Estado de Bienestar. 

El Estado de Bienestar cobra impuestos altos en relación a los ingresos pero, también, presta servicios universales de calidad y con políticas activas vinculadas a la expansión de su población. Son muy fuertes los beneficios para familias que deciden tener hijos en Europa. 

En los últimos 50 años sin embargo, el crecimiento porcentual de la población está tendiendo a 0 y ya se encuentra en el 0,9 aproximadamente en el 2021 según datos del Banco Mundial.

Es que la visión de los líderes políticos y sus metas relacionadas con los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) están hoy muy enfrentadas al respeto a los valores fundamentales de occidente como lo conocimos hasta hoy. Estados Unidos y los países europeos, lo que se denomina Occidente, como construcción de una cultura, tienen un gran déficit de crecimiento poblacional propio. Las instituciones que fueron producto de los acuerdos de postguerra, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización Mundial de la Salud (OMS) o el Banco Mundial llevan adelante una esquizofrénica carrera para promover políticas en contra de la natalidad y reducir la población en los países que ellos mismos denominan “en vías de desarrollo”.

Los países centrales tienen una conciencia activa en estos temas y proponen un control de natalidad violento para los países en desarrollo. Aborto, esterilizaciones, medicamentos como política pública de restricción de nacimientos. La mayoría de los gobiernos brindan servicios de planificación familiar a sus poblaciones, ya sea directamente a través de programas públicos o indirectamente a través de organizaciones no gubernamentales. Según el informe del Departamento de Asuntos Sociales y Económicos de la ONU citado arriba, 80 gobiernos proporcionaron apoyo directo, de los cuales 68 informaron que apoyaban la planificación familiar tanto directa como indirectamente. Además, 18 gobiernos brindaron solo apoyo indirecto

Estados Unidos y, sobre todo Europa, China y otros países asiáticos sufren o tienen previsto sufrir una población que ponga en juego su sustento vital. Se explica porque hace muchos años diseñaron planes demográficos de acuerdo a teorías neomalthusianas que prevén la falta de alimentos para la creciente población.

A veces, los debates que nosotros entendemos como propios, en realidad son los instalados por los grupos mediáticos que en su composición accionaria responden a líderes económicos y políticos que abrazan las políticas poblacionales de esterilización y aborto en los países pobres, pero esos debates están siendo tenidos en la esfera global como urgentes necesidades de política.




Los argentinos vivimos en el octavo país en territorio del mundo, y somos 44 millones de habitantes. Solamente Rusia, Australia y algunos países más tienen menor densidad poblacional. No tener una política demográfica expansiva es un error que vamos a terminar pagando con decrecimiento económico.

Hemos escuchado con buen análisis a la Unión Industrial Argentina, que nuestro país no puede competir en la economía global por volumen en los segmentos de manufactura que son mano de obra intensiva. Que nuestro espacio de desarrollo se encuentra en los segmentos de alta calificación con salarios altos y alto valor agregado. 

Teniendo en cuenta un paquete actual de medidas políticas, tener hijos se convierte en algo que no resulta ni seguro, ni gratuito y no es libre.

Esta última idea se puede ilustrar con algunos ejemplos. La población argentina hace muchos años que tiene un sistema de doble imposición real. Paga impuestos por salud, seguridad y educación pero tiene que ir al sistema privado a contratarlas ya que los servicios del estado, en algunos casos, o no son eficientes o no son suficientes. 

No tenemos asegurado el 100 por ciento de los argentinos los derechos e infraestructuras vitales básicas, pero la agenda legislativa está en los derechos de sexta generación.  

Hemos endeudado al Estado Argentino durante muchos años para asegurar derechos de las embarazadas, de primer infancia, de infancia de riesgo, tenemos las leyes de amparo para los discapacitados, creemos en la educación, la salud y la seguridad públicas de calidad, que alguna vez llevaron a la argentina a ser la tercera economía del mundo. Hemos logrado deshacer eso.

Todas esas políticas de estado están hoy en riesgo, ningún gobierno en la historia argentina habilitó la posibilidad de generar el mayor déficit que un país puede tener…: el déficit de habitantes.  La aprobación del aborto y su implementación es el último golpe moral y social para que nuestra Nación deje de ser definitivamente lo que fue.

Ciertamente el aspecto económico del debate sobre el aborto es un aspecto secundario. Pero a la luz de las inestabilidades actuales, los responsables del manejo de la economía argentina deberían revisar en los planes estratégicos si queremos ser un país con población decreciente o un país que permita cumplir con los objetivos de esta Nación, desglosados en el Preámbulo de la Constitución Nacional. 

Nuestros objetivos estratégicos económicos están basados de alguna manera en la capacidad y la formación de nuestro “capital social” más grande que es nuestra fuerza laboral compuesta por todos los habitantes que trabajan en nuestro país. Durante muchos años y hoy en día, los profesionales argentinos se destacan como personas capaces, innovadoras, con alta formación formal y de resiliencia a las dificultades que supone asumir los desafíos en un mundo globalizado y que genera una alta volatilidad, tanto en el mercado laboral interno como en los diferentes mercados internacionales. 

Con la revolución tecnológica, los patrones de estilo de vida habían sufrido muchos cambios en un aspecto muy relevante de la economía mundial. La exportación de servicios comenzó a tener un definitivo liderazgo en la torta del producto mundial. Luego de la pandemia, este cambio fue contundente. Los hubs de desarrollo tecnológico y programadores, así como la formación de las universidades y otros procesos antes totalmente presenciales, comenzaron a adquirir características diferenciales.

Teniendo en cuenta este proceso y sus diversos aspectos, la Argentina tiene por delante una enorme ventaja competitiva entre sus diversas ciudades del interior del país, su población bien formada, y la tendencia que existe entre la población en vivir en ciudades más pequeñas. Empresas nacionales de las más relevantes comienzan a establecer oficinas descentralizadas en todo el interior del país y se suman a otras que empiezan a conocer el potencial de tener en otros espacios vitales partes de su proceso productivo. El caso paradigmático es Globant, pero ya hay ejemplos interesantes de descentralización de operaciones como Techint, Arcor o Ledesma, para nombrar empresas de capital nacional. Este desarrollo económico va a ser mayor si existe una política de fomento del crecimiento de la población y natalidad en esos lugares de todo el país, que tienen una densidad poblacional realmente baja en términos generales. 

No es importando recetas que vamos a poder generar las oportunidades de empleo, educación y desarrollo para nuestro país. Tampoco es gastando presupuesto de salud en reducir la población que vamos a sacar a la argentina de la enorme situación de pobreza en la que hemos condenado a muchos compatriotas a sufrir. 

Declaraciones como las  de diputado nacional Jose Luis Espert, en la coalición de los liberales, son apenas analizables. “Si no se pone un límite a la natalidad en los hogares pobres, Argentina va a ser una gigantesca villa miseria”, declaró el economista. No admite mucho análisis ya que, en la Argentina, la tasa de fecundidad cayó un 34% entre 2014 y 2020 en todos los niveles de ingreso y estratos sociales. No se puede ser irresponsable en la gestión de las políticas demográficas ya que son primordiales para un desarrollo local armónico que mejore la calidad de vida y las oportunidades de todos los habitantes de nuestro país.



Sería importante en este nuevo periodo electoral presidencial que se aproxima poder empezar a desglosar cuáles son las políticas demográficas que los distintos espacios y coaliciones electorales proponen para el desarrollo nacional?
El Bien Común es responsabilidad de todos los argentinos, los que nacimos, y los que están por nacer.

Agustín O´Reilly es politólogo y exsubsecretario de Industria de la Provincia de Buenos Aires. Representó al sector industrial de la Argentina en la CELSC UE, en los foros empresariales del Mercosury enmisiones comerciales en Brasil, Rusia, Estados Unidos y en toda Íberoamérica.


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